El sector de la
navegación sufrió un cambio radical en el siglo XIX con la llegada de la máquina
de vapor y la implantación del hierro y el acero como materiales de
construcción naval, que supuso un notable avance en la conquista de las rutas
marítimas con independencia de la climatología. En el siglo XX dicho sector se
revolucionó nuevamente con la implantación del motor de explosión, que
convirtió la navegación trasatlántica en el modo más barato de transporte de
larga distancia. Quedaba pendiente una tercera revolución innovadora para la
marina mercante, el contenedor multimodal que no haría su aparición hasta 1956.
Hasta entonces la
carga por paquetes seguía siendo la forma tradicional de estibar y desestibar
mercancías en los muelles de todo el mundo. Los estibadores manipulaban los
objetos fraccionadamente agrupados en cajas, sacos, fardos, bidones u otros
contenedores relativamente pequeños que variaban según el tipo de producto.
Eran izados en redes de carga para ser depositados en la cubierta del barco con
el fin de ser nuevamente apilados en su
interior. Era una actividad intensiva en mano de obra que consumía mucho tiempo
y dinero. Los barcos que atracaban podían permanecer parados en el muelle
durante días, incluso semanas, antes de que la carga estuviera preparada en sus
bodegas para poder partir hacia su destino. Hasta que esa lenta operación de
estiba o desestiba no finalizaba, la tripulación permanecía ociosa y la nave
inutilizada.
La idea del
contenedor no era nueva, ya que desde el siglo XIX se venían usando todo tipo
de contenedores o recipientes para el transporte de mercancías, especialmente
en los trenes. El problema era que cada vez que se requería cambiar de modo de
transporte debía sacarse el cargamento del referido contendor y moverse hacia
otro sitio, bulto a bulto.
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